Alumni de ecoturismo trabaja en la conservación patrimonial con las comunidades andinas del norte de Chile
Al salir de la universidad, y tras algunos años trabajando en turismo y consultorías, Álvaro Merino, titulado de la carrera de Administración en Ecoturismo de la U. Andrés Bello, tomó el gran desafío de dejar su ciudad natal y aventurarse a nuevos horizontes.
Álvaro Merino, titulado de Administración en Ecoturismo, desde que se instaló en Arica, se ha dedicado de lleno a la Fundación Altiplano, organización sin fines de lucro que acompaña a comunidades andinas en la restauración y conservación de su patrimonio.
“Me aburrí de Santiago, así que tomé una moto que tenía y me vine al norte. En Arica no tenía familia, ni amigos ni contactos. Me tomó alrededor de dos meses encontrar un trabajo”, abre el diálogo Álvaro Merino, titulado de Administración en Ecoturismo de la U. Andrés Bello.
“Descubrí la fundación y lo que venía realizando en patrimonio y desarrollo sostenible con los pueblos del interior de Arica, que conectaba mucho con mis intereses y con lo que había estudiado. Así que toqué todas las puertas posibles y comencé a trabajar”, agrega el gerente de Fundación Antiplano.
¿Por qué elegiste esa carrera?
Estudié Ecoturismo en la UNAB, en el Campus República, después hice un máster en Gestión de Empresas y Organizaciones en el ESE Business School de la Universidad de los Andes.
Lo que me llamaba la atención no era mucho el Ecoturismo desde lo operativo o el negocio, a mí me interesaba la parte de contribuir, desarrollando iniciativas sostenibles que mejorarán la calidad de vida de las personas. Eso fue lo que me movilizó desde el comienzo.
En ese tiempo parecía muy utópico, pero a la larga me di cuenta de que sí era factible. Me gustó mucho el hecho de aprender sobre formulación y desarrollo de proyectos, que tuviesen un componente de sostenibilidad importante, ya sea en áreas silvestres protegidas o en zonas rurales. Entonces, entrar a estudiar Ecoturismo fue un buen camino para cumplir con esas expectativas y sin pensarlo más, decidí entrar.
¿Por qué elegiste la UNAB como casa de estudios y cómo recuerdas tu paso por la vida universitaria?
Al salir del colegio estaba un poco desorientado, no tenía muy claro qué estudiar y empecé a buscar carreras que tuviesen que ver con lo que a mí me gustaba, que era el paisaje, viajar, estar en contacto con la naturaleza, con pueblos originarios y otras culturas distintas a la mía.
En esa búsqueda encontré Ecoturismo en la UNAB, y lo que más me llamó la atención de la carrera fue su malla curricular, que era súper interesante. Tenía ramos como arqueología, antropología, recursos naturales, investigación, entre otros. Entonces, cuando vi esa malla -dije- aquí está mi camino, esto quiero estudiar aún sin saber a qué me iba a dedicar en el futuro. Fueron años de estudio muy valiosos.
Dentro de los profesores que tuviste en la universidad, ¿hay alguno que haya influido en tu camino y te haya motivado?
Recuerdo con especial cariño a la profesora Mitzi Acevedo, ella fue una de las personas que influyó en mi historia como estudiante, como profesional y en toda esta experiencia con la carrera. En ese tiempo ella era la Coordinadora Académica, fue nuestra profesora de Investigación en Ecoturismo y también la tuvimos con nosotros en el Seminario de Taller de Título.
Una de las cosas que más recuerdo de Mitzi es que es de las personas que perciben y destacan tus talentos. Recuerdo que de vez en cuando se acercaba y me decía: “mira, yo creo que esto es de las cosas más importantes que tienes, poténcialo y desarróllalo” y eso, al menos a mí, me motivaba a preparar cada una de las clases que tenía con ella. Sus cátedras eran dinámicas y se notaba su conocimiento. Además, ella venía de estudiar en Costa Rica, el país del Ecoturismo por excelencia, lo que realzaba aún más su calidad profesional.
Otra persona que destaco es el profesor Víctor Leiva, geógrafo, quien fue en aquellos años director de la carrera. Con las clases de don Víctor fuimos entendiento esto del Ecoturismo, con él tuvimos el ramo introductorio en el primer semestre de la carrera, decidor para saber si esto te motivaba o no. Yo le tenía mucho aprecio, y tiempo después de venirme a Arica, me lo encontré en Socoroma, en plena precordillera, cuando yo trabajaba en el proyecto Ruta de las Misiones-Saraña. Recuerdo que él había dejado la Universidad y estaba en la Subdere.
¿Qué herramienta entregada por la universidad te ha servido para tu desarrollo profesional y desempeñarte en lo que hoy haces?
Son varias las herramientas y diversos los aprendizajes. Durante toda la carrera, tuve la posibilidad de recorrer muchos lugares de Chile. Conocí culturas, territorios, paisajes, comunidades y proyectos súper interesantes. Eso me ayudó a abrir la mente y a desarrollar una especial sensibilidad por temas y áreas en las cuales me toca trabajar hasta el día de hoy.
De hecho, el primer viaje que hice por todo el altiplano chileno, específicamente por la parte alta de la región de Tarapacá y Arica y Parinacota, que es donde me muevo actualmente, lo hice durante uno de los Talleres de Ecoturismo Activo, que era el ramo de terreno por excelencia.
Por otra parte, la Universidad también me ayudó a dar mis primeros pasos en formulación y desarrollo de proyectos, pero con un lenguaje aterrizado, directo y de manera mucho más holística. Fue la primera aproximación en temas de conservación y desarrollo sostenible que tuve.
“Mientras cursaba la carrera empecé a desarrollar un profundo respeto por la sabiduría de las comunidades rurales e indígenas. El mundo actual nos ha transformado en personas individualistas, no nos importan mucho nuestros vecinos ni el respeto por el buen vivir en comunidad -y yo creo- que el haber conocido otras formas de vida y de relacionarse durante los años de la carrera y en otras instancias, me hizo desarrollar una especial empatía y respeto por estas culturas. Hoy, lo considero parte de mis fortalezas”.
¿En qué consiste tu labor actual?
Hoy, soy el gerente general de la organización que se llama Fundación Altiplano. Nos dedicamos principalmente a acompañar a las comunidades andinas y rurales en la necesidad de conservar sus tesoros patrimoniales. Estamos a cargo del Plan de Restauración de Iglesias Andinas Ruta de las Misiones-Saraña, pero también restauramos templos y viviendas en Tarapacá y Antofagasta.
Esto lo hacemos con técnicas antiguas de construcción en adobe, piedra, caña, madera, paja brava y otros materiales. Todo este aprendizaje, tras 20 años de trabajo, lo compartimos en una escuela de oficios llamada Sarañani y lo difundimos a través de un festival de arte que hacemos en mayo (9 ediciones), un festival de cine que hacemos en noviembre (17 ediciones) y un festival de arquitectura nativa que hacemos en enero (3 ediciones).
Todos los años recibimos prácticas, pasantías y profesionales que vienen desde todas partes del mundo a conocer la inmensa cultura de las comunidades del norte a través de nuestro trabajo. Aprendemos de maestros que trabajan en las obras, quienes han venido desde Cusco, Arequipa y otros lugares que nos llevan la delantera en cuanto a conservación patrimonial. Tenemos algunos maestros que han venido desde Bolivia, y por supuesto, también mucha personas del norte de Chile, quienes son hijos, nietos y bisnietos de quienes construyeron estos tesoros increíbles que nos toca restaurar.
¿Cuáles son los desafíos que enfrentas en tu día a día?
Uno de los principales desafíos para mí es mantener una organización ordenada y saludable, desde el punto de vista de la gestión, tanto de las personas como de las finanzas, lo que se logra también con la activa participación de nuestro directorio. Sostener una organización sin fines de lucro no es fácil, sobre todo cuando son organizaciones cuya matríz se estructura en base a proyectos e iniciativas concursables con financiamiento público o privado. Nosotros no tenemos la suerte de depender de un holding o de una empresa como respaldo. Es decir, si hay proyectos hay vida y hay trabajo para un montón de personas, pero si no los hay, la organización se muere.
Otro gran desafío es la gestión del entorno, porque no hay una fórmula única para la relación que se construye con las comunidades. Esto, ante todo, se basa en el respeto y en la convicción del trabajo que realizamos. A diferencia de lo que opinan muchos estudiosos del tema, si bien podemos basarnos en modelos, no hay una sola formula.
A veces creo que hay tantas fórmulas como comunidades existen en el mundo. Lo esencial es tener la premisa de hacer un trabajo honesto, bien hecho y consensuado desde el principio. Hay que escuchar mucho más a las personas y no traer soluciones prediseñadas, es la única manera de que la comunidad se sienta identificada con lo que se está haciendo y le haga sentido.
¿De qué forma contribuyes desde lo que haces a la sociedad?
Nosotros contribuimos a materializar las necesidades de las personas, son iniciativas que no nacen desde una oficina o de personas alejadas del contexto, al contrario, casi todos nuestros trabajos nacen junto a los grupos de personas que atendemos en los talleres generativos -desde el diálogo y también de otras instancias de participación- que finalmente permite formular y desarrollar proyectos que les sirvan.
Para mí es clave lograr que la mayoría de las personas con quienes trabajamos se sientan partícipes y es la única manera de generar proyectos e iniciativas que logren ser exitosos en el tiempo.
¿Qué consejo le darías a alguien que está pensando estudiar Ecoturismo?
Por muy cliché que suene, en esto hay que creerse mucho el cuento. Es una carrera hermosa y con distintas áreas para desenvolverse. Hay que ser siempre perseverantes en las ideas que se tienen y modificar en la medida lo que sea necesario. Estas son carreras que realmente contribuyen mucho al desarrollo de nuestro país y se necesitan muchos profesionales de buena calidad en regiones, porque sigue estando todo concentrado en Santiago. Chile sigue siendo un país demasiado centralizado y acá se necesitan talentos y gente que realmente tenga muchas ganas de trabajar. Les digo a todas las personas que quieran venir a probar suerte a regiones, que jamás se van a arrepentir de haberlo hecho, se darán cuenta de que hay mucho por hacer y que las oportunidades sí están.